Artículos | El dueño de la viña

Son las 4,30 de la mañana en Mar del Plata.
La mayoría de la gente común está durmiendo en calientes camas de tibios hogares. Y allí están ellos, uno y otro, sin nombre, sin hogar, sin historia, durmiendo encimados imaginando que tienen abrigo y que están cómodos. Esquivan como pueden el aire que se cuela, helado, por las chapas torcidas. Uno, el más viejo, curtido ya de tantas madrugadas iguales, despierta de golpe, casi sin transición, de ese sueño poco profundo, igualito al del que duerme de parado.

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