Artículos | ¿Todo lo que dices recibes?

Desde hace más de una década ha venido infiltrándose entre la cristiandad evangélica la teoría, tal vez muy atractiva, pero del todo no-bíblica, acerca de la importancia sobrenatural de lo que pronunciamos con nuestros labios. El peso propio que se le concede a la palabra llega hasta los extremos de creer que si digo "me muero de la jaqueca", en efecto moriré, y por tanto, si de verdad me duele la cabeza más bien deberé decir "no me duele nada", y entonces se me pasará la dolencia como por arte de magia (... ) La confesión positiva nos anima a desconocer cualquier cosa que no nos agrade o que nos duela: si estoy en la ruina, no debo decirlo, porque mi Dios es el dueño de todas las riquezas. Si estoy enfermo, tampoco debo decirlo, porque por sus llagas fuimos nosotros curados...

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